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Turning to Jesus Christ

Cómo entregar mi vida a Jesús

Usted ha reconocido que necesita al Hijo de Dios, para recibir la vida eterna. El siguiente texto quiere ayudarle a dar los pasos necesarios para al final poder estar seguro de haber sido recibido por Jesús.

Reflexione sobre cada paso descrito a continuación. Si lo ha comprendido bien y ha tocado su corazón, entonces ore al Señor con la ayuda de las oraciones escritas o tome sus propias palabras y dígalo de forma parecida. Lo importante no son las palabras exactas sino el pensamiento y la voluntad. Es muy importante ser consciente de que no se trata de un acto ritual, sino de acudir de forma personal al Salvador Jesús.

La intención de Jesús es invitarle a la vida eterna. Si Usted se dirige a Jesucristo, el Salvador, en el sentido descrito, es para Usted la promesa de Juan 6:37: “al que a mí viene, no le echo fuera”. Así que Él le recibe a Usted con toda seguridad.

¿Por qué vale la pena pasar la eternidad en el cielo? Sólo hay una única alternativa al cielo: la otra opción es el infierno. Muchas iglesias se han adaptado al pensamiento moderno y se desentienden del infierno. El Señor Jesús, sin embargo, no sólo daba testimonio de la existencia del infierno, sino que también avisaba muy encarecidamente del infierno en sus predicaciones: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:29). Jesucristo vino a este mundo con un fin: “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar (= para el cielo) lo que se había perdido” (Mateo 18:11).
Esto significa que si nos renidmos a Cristo pasaremos la eternidad con Él en el cielo. Este lugar es descrito como algo inconcebiblemente maravilloso en la Primera Epístola a los Corintios: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (2:9). La invitación está en pie. Si Usted la acepta, Dios le obsequiará ricamente.

¿Cómo puedo ir al cielo?

Esta es la pregunta más importante de nuestra vida: ¿Cómo puedo estar seguro de ir al cielo? El Señor Jesús nos lo ha dicho claramente: “Yo soy la puerta (al cielo)” (Juan 10:9) y “Yo les doy la vida eterna” (Juan 10:28). También dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Con estas palabras ha señalado que son equivocados todos los caminos humanos ideados por las diferentes religiones. Solamente Él puede darnos entrada al cielo – ninguna iglesia, ninguna de nuestras obras y ninguna religión lo puede conseguir. Paso a paso vamos a explicar ahora este camino, para que Usted tenga instrucciones bien definidas.

Reconózcase a sí mismo a la luz de la Biblia: Leemos en Romanos 3:22-23: “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” Este pasaje bíblico nos muestra que estamos perdidos delante del Dios vivo. Con nuestro pecado nos hemos separado de Dios, y no tenemos acceso alguno a Él, y tampoco tenemos nada que pudiera hacernos aceptos delante de Él. Dicho de otra forma: no tenemos méritos delante de Dios y no poseemos nada con lo que pudieramos ser reconciliados con Él. Desde la caída en el pecado hay un abismo profundo entre el Dios de la Biblia y la humanidad pecadora. ¿Está Usted de acuerdo con la evaluación de Dios que todos los hombres son pecadores caídos?

La única salida: Sólo hay un único camino que nos saca de este dilema. Dios mismo ha conseguido esta redención. En la cruz Su Hijo Jesucristo tomó sobre sí el castigo por nuestros pecados. Sufrió allí en nuestro lugar. Jesucristo vino a salvar lo que se había perdido (Mateo 18:11). En ningún otro hay salvación, y no hay otro camino (Hechos 4:12). ¿Puede Usted asentir y ver la verdad de este hecho?

Confiese sus pecados: En 1 Juan 1:8-9 leemos lo siguiente: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” A causa de su obra redentora en el Gólogota, el Señor Jesucristo tiene la autoridad para perdonar pecados. Si nos acogemos a sus promesas y le confesamos nuestro pecado, pidiendo que nos perdone, podemos estar seguros de que él cumple su promesa. Podemos confiar en que Él con toda seguridad nos librará de nuestra carga y de sus consecuencias eternas. Después de haber considerado estos puntos fundamentales, ahora lo importante es actuar. ¿Está Usted dispuesto? Si lo está, entonces ahora podemos decirle todo esto al mismo Señor Jesús en oración, (valga como ejemplo lo que sigue ahora; Usted puede formular libre y personalmente una oración parecida):

“Señor Jesucristo, he vivido mi vida pasada como si tú no existieras. Ahora te he reconocido y me dirijo a tí en oración. Ahora sé que existe el cielo, y también el infierno. Por favor sálvame del infierno, de ese lugar al que yo merecería ir por causa de todos mis pecados, pero especialmente por mi incredulidad. Quiero pedirte que me recibas contigo en el cielo por toda la eternidad. Comprendo que no puedo ir al cielo por mis propios méritos y medios, sono únicamente por creer en ti. Porque tú me amas, moriste en la cruz por mí y cargaste con toda mi culpa, pagando el precio por mí. Gracias por haberlo hecho. Tú ves todas mis faltas, incluso los pecados de mi juventud. Sabes todos mis errores y pecados, incluso los que yo ya no recuerdo. Tú lo sabes todo; conoces cada impulso de mi corazón, ya sea alegría, tristeza, felicidad o desesperación. Delante de tí soy como un libro abierto. Puesto que no puedo tener tu  aprobación ni la de Dios el Padre, la entrada al cielo esta cerrada para mi. Por eso te pido que me perdones todos mis pecados de los que me arrepiento de todo corazón. Me duele haberlos cometido. Por favor perdóname. Amén.”

Ahora Usted ha dicho al Señor todo lo necesario (1 Juan 1:8-9). Dios mismo ha garantizado cumplir su promesa. ¿Qué porcentaje de su pecado ha sido borrado? ¿Qué piensa Usted? ¿Un 80 %? ¿Un 90 %? ¿Un 10 %? La Biblia dice que “Él nos limpia de toda maldad” (1 Juan 1:9). Así que Usted ha sido perdonado completamente. ¡Dios le ha perdonado TODO, el 100 %! Esto es una realidad para Usted, si su oración ha sido sincera. La Biblia da mucha importancia al hecho de que no consideremos como ilusión, esperanza o mera posibilidad lo que Dios nos ha prometido. ¡No! Debe ser una firme certidumbre y por eso leemos en 1 Pedro 1:18-19:

Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro ó plata; Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.”

Y en 1 Juan 5:13 tenemos otra confirmación:

“Estas cosas he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”

Entréguele a Dios su vida: El Señor Jesús acaba de perdonarle todos sus pecados. Ahora puede encomendarle toda su vida en Su mano. En Juan 1:12 leemos: “Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Todos los que den el mando de su vida al Señor Jesús, les da el derecho de ser hechos hijos de Dios. Convertirse en hijo de Dios no es un premio por nuestras buenas obras o por ser tan piadosos o por pertenecer a una iglesia determinada. Somos hechos hijos de Dios, si confiamos nuestra vida al Hijo de Dios estando dispuestos a obedecerle y seguirle en el poder del Espíritu Santo.

Aceptado: El Señor le ha recibido. Ha pagado un alto precio por Usted y le ha salvado. Ahora Usted le pertenece a Él. Usted es ahora su hijo. Y si hijo, también heredero: heredero de Dios. La herencia está en el reino celestial. ¿Puede Usted imaginarse el gozo que reina ahora en el cielo? En Lucas 15:10 leemos: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” El cielo entero se conmueve cuando un hombre toma en serio el mensaje del evangelio y lo pone en práctica en su vida. El hecho de dar media vuelta y ponerse del lado de Jesucristo se llama conversión en la Biblia; al convertirnos le entregamos a Él nuestra culpa y Él la quita. Al mismo tiempo nacemos de nuevo: Él nos da la nueva vida como hijos suyos. Ahora hemos recibido la nueva vida. La conversión y el nuevo nacimiento van juntos – son como los dos lados de una misma moneda.

Agradecimiento: La salvación es un don de Dios. Sólo su amor lo ha hecho posible. Nosotros no podemos añadir nada a esta obra de salvación. Todo el mundo dice “Gracias” cuando recibe un regalo; por lo tanto déle las gracias al Señor con sus propias palabras.

¿Qué viene ahora? La Biblia compara su condición con la de un recién nacido. De la misma manera que un recién nacido pertenece claramente a la familia, así Usted pertenece a la familia de Dios. Los recién nacidos se encuentran en una fase crítica; pues existe el fenómeno de la mortalidad de bebés. También en la fe esto es posible. El parto (la conversión) ha transcurrido normal. Hay vida genuina, nueva. Ahora es absolutamente necesario el alimento (leche) y cuidados. Naturalmente, Dios ha tomado medidas y ha hecho todo lo posible, para que Usted pueda desarrollarse bien. Evitamos daños en nuestra vida espiritual si hacemos caso de los mandamientos de Dios.

El sermón más poderoso que se ha predicado en esta tierra es el sermón del monte del Señor Jesús (Mateo 5-7). Comienza con esta frase: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo 5:3).” Esta afirmación es para Usted, porque aún no sabe mucho del gran tesoro de la Biblia y se siente “espiritualmente pobre” comparándose con otros que llevan leyendo años la Biblia. Pero Usted es salvo y el reino de los cielos es suyo. Sea consciente de esa gran riqueza. Tenga cuidado de no caer en los lazos de una secta (como lo son por ejemplo los testigos de Jehová o los mormones). Entre los evangélicos seguramente que encontrará una iglesia de sana doctrina.

Los cinco puntos que siguen ahora son importantes para todo creyente, no sólo para principiantes. Son la condición imprescindible para la vida diaria con el Señor Jesucristo de un creyente. Tome en serio estos cinco puntos y así cumplirá la voluntad de Dios y llegará a la meta:

1. La lectura de la Biblia: Usted ha tomado Su decisión en base de la Palabra de la Biblia. La Biblia es el único libro autorizado por Dios. No hay otro comparable en cuanto a autoridad, verdad, plenitud de información y origien. La lectura de esta Palabra es el alimento necesario para la nueva vida. En 1 Pedro 2:2 se ve bien este aspecto: "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis". La Palabra de la Biblia es esta leche. Comience a leer diariamente en la Biblia, para informarse sobre lo que es la voluntad de Dios. Lo mejor sería comenzar con uno de los evangelios. Especialmente apropiado para el principio es el evangelio de Juan. No quiera Usted comenzar con Deuteronomio o el libro de Esdras. Es como en las matemáticas: si usted quiere aprender matemática no empieza con el cálculo integral. Eso es para más adelante, cuando haya aprendido lo básico. Acostúmbrese a leer todos los días con gusto algo en la Biblia. Así como ningún día se olvida de desayunar y cepillarse los dientes, porque es su costumbre dentro del ritmo diario, así Usted debe ser igual de consecuente con la Biblia.

2. La oración: A partir de ahora hable Usted cada día con su Señor. Dios nos habla a nosotros por medio de Su Palabra. Él quiere que nosotros también hablemos con Él. Es un gran privilegio poder decirle todo. Según la Biblia, la oración sólo conoce dos destinatarios: Dios (Col 4:3), que ahora es Su Padre, y el Señor Jesús (Col 2:6-7), que es su Salvador, Buen Pastor, Amigo y, en fin, Todo. Todos los demás destinatarios proclamados por los hombres no son bíblicos. No corresponden con la voluntad de Dios, son meros inventos humanos. Oraba Usted antes a otras personas? Corte por lo sano con esto, para no hacer algo que es contrario a la voluntad divina. La oración le hará ganar mucha fuerza y le transformará. Todas las cosas de la vida cotidiana - preocupaciones y alegrías, planes y proyectos - se pueden convertir en una oración. Agradezca al Señor todo lo que llena Su corazón. Interceda por las necesidades de otras personas y pida Usted que otros a su alrededor crean en el Señor. La lectura bíblica y la oración constituyen una especie de circulación espiritual indispensable para la salud de la vida cristiana.

3. La obediencia: Leyendo la Biblia, encontrará instrucciones útiles para todos los ámbitos de la vida y también para la comunión con Dios. Ponga en práctica todo lo que Usted haya entendido y será de gran bendición para Usted. No hay mejor manera de mostrar nuestro amor hacia el Señor que obedeciéndole: "Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Juan 5:3). El mundo ofrece diversos conceptos de vida según las modas reinantes, pero no han dado buen resultado en la práctica. La Biblia, sin embargo marca el camino en el cual nuestra vida dará buenos resultados y podrá tener la bendición de Dios. Decídase por los consejos de Dios. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). También debemos de tener en cuenta, que no debemos satisfacer todos los deseos de nuestra vieja naturaleza, que en el versículo que sigue es denominada “carne”: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:16-17). Por eso tenemos que estar absolutamente seguros de que nuestra obediencia a Dios esté basada en la Biblia y esté bajo el poder y la dirección del Espíritu Santo.

4. Comunión: Nuestro Creador nos creó con la necesidad de tener comunión. Busque y cuide el contacto con otros creyentes sinceros. Tenga cuidado, pues muchos se llaman creyentes, pero lo importante es que Usted tenga comunión con gente convertida. Sólo con estas personas podrá orar y cambiar impresiones sobre la fe. Si se retira una brasa de la lumbre, no tarda en apagarse. Lo mismo sucede con nuestro amor por Jesús, si no le mantenemos ardiente por la comunión con otros creyentes. Examine la iglesia a la que Usted ha asistido quizá desde niño, o a la que quiera ir en un futuro, y mire si allí se cree en toda la Palabra de Dios. Esto, lamentablemente, ya no es la regla. Se dice en esta iglesia que el hombre tiene que convertirse para ser salvo? Si esto es así, entonces es bueno quedarse allí. Si este vocablo tan importante ni siquiera se menciona, o si tratan más cuestiones políticas, ecológicas o de compañerismo, entonces su lugar no está allí. Ninguna tradición nos puede salvar, por muy vieja que sea. Por eso busque una iglesia fiel a la Biblia y colabore Usted allí. Una iglesia buena y viva, donde se cree la Biblia entera, es indispensable para nuestro caminar en la fe y un crecimiento sano del creyente.

5. Fe. Después de nuestra conversión y nuestro nuevo nacimiento es vital que sigamos creciendo espiritualmente. El apóstol Pablo le escribió a Timoteo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste” (2 Timoteo 3:14). Considere detenidamente lo que pone en Efesios 4:17-32, donde hay una lista con verdades prácticas sobre la santidad para toda nuestra vida en el Espíritu. Pablo pudo decir al final de su vida: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”(2 Timoteo 4:7). Sigamos su ejemplo y permanezcamos igualmente fieles.

La conversión no es un punto final, sino el comienzo de una nueva vida. Ahora Usted puede ser colaborador de Dios (1 Corintios 3:9). Esfuércese para que otros también conozcan la salvación en Cristo. Dé testimonio de su fe. La conversión hace dos cosas: esta vida terrenal adquiere un centro nuevo lleno de sentido, y al mismo tiempo recibimos el don de ser hechos hijos de Dios, lo cual nos hace herederos de la vida eterna.

Werner Gitt
Director y Profesor jubilado
Doctor en Ingeniería

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